
No existe.
En mi primera semana de universidad resaltaron que conseguir la objetividad que todos los medios de comunicación -escritos y audiovisuales- promocionan y venden es imposible. A lo largo de la licenciatura he mantenido esta opinión y he discutido mucho sobre ello. Mientras los periodistas creemos que lo tenemos claro, la gente a quienes nos dirigimos parece no convencerse de la imposibilidad de llegar a la objetividad, concepto muy ligado a la verdad suprema de la cual hablé en mi primera actualización.
Argumentar y convencer a los receptores de la información sobre este concepto no ha sido fácil y, en muchas ocasiones, no he conseguido mi objetivo: hacerles cambiar de opinión y conseguir que se olviden de la objetividad. Voy a intentarlo con ustedes y lo haré exponiendo mis argumentos desde lo más general a lo más particular.
Con la definición de la Real Academia Española, podemos acotar el concepto de objetividad y de su adjetivo, objetivo: perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o sentir. Teniendo en cuenta que es imposible realizar una pieza periodística, desvinculados de toda una manera de pensar y sentir, es fácil deducir que es imposible conseguir tal cualidad.
Es imposible porque desde que nace una persona, el bebé está recibiendo constantes informaciones y estímulos que construyen su educación. A lo largo de la vida, una persona irá incorporando actores que presionan, de una manera u otra, con el objetivo de influir en el sujeto. Cuando hablo de actores podemos incluir a los padres, a los amigos, a los compañeros de la escuela, la educación propiamente dicha, los medios de comunicación, la propaganda empresarial, la religión, la política, etc. Todo influye y todo afecta, desde lo más grandilocuente hasta lo más concreto, a nuestro subconsciente, creando una subjetividad propia única e irrepetible y que luego aplicamos -los periodistas en este caso- en nuestros escritos.
Es por ello que debemos entender la objetividad, no como un fin, sino como un eje progresivo en el cual podamos clasificar los géneros periodísticos informativos del más objetivo al más opinativo. Por orden: notas de prensa o teletipos de agencia (no aparecen en los medios ya que es una tarea previa), noticia, crónica y reportaje. Atrás quedan todos los géneros de opinión, impropios de periodistas. Así, entendemos la noticia como el género más informativo, en donde no cabe ninguna interpretación del periodista. Curiosamente, este género esta desapareciendo o, como mínimo, se está transformando.
La pregunta más común suele estar vinculadas a los datos, indudables e incuestionables. Es cierto que ofrecer un dato es una muestra de objetividad clara. Si en un accidente han fallecido tres personas, no son ni dos ni cuatro y, por tanto, decir lo contrario no es ser subjetivo sino mentir. La quid de la cuestión es conocer dos tareas previas del periodista. A saber: la selección de la información y la jerarquización de la misma.
Limitados por el espacio y tiempo, los periodistas deben seleccionar una información y desestimar otra. Existe un concepto en economía -espero no estar equivocado, si es así, ustedes, especialistas en esta materia, corregidme-, conocido como coste de oportunidad: el hecho de hacer una inversión impide destinar este dinero en otro concepto. De la misma manera, el periodista debe escoger y ser hábil en seleccionar lo que crea que es más importante para el lector o espectador. Esta selección está reservada al periodista o equipo de especialistas, lo que la convierte en una decisión 100% subjetiva.
Una vez seleccionada la información que queremos exponer es fundamental jerarquizarla. La información ganará importancia contra antes aparezca en la pieza periodística a nivel global, pero también se pueden resaltar ciertos puntos de interés en unidades mínimas con la oración. Es la grandeza de la lengua y los conectores del lenguaje. Esta decisión es propia y exclusiva del periodista responsable del texto; por tanto, 100% subjetiva.
El texto del periodista deberá pasar por los filtros de control de los medios, cada uno con su línea ideológica y de interés (realidad poco objetiva). En conclusión, los resultados de una misma realidad pueden ser muy distintos y divergentes si comparamos diferentes medios de comunicación. Y seguramente, en todos ellos se dirá la verdad.
Lo esencial y importante será conocer cuál es dicha línea ideológica; saber qué intereses persigue cada medio de comunicación para que así todos los ciudadanos, lectores y espectadores, consumidores de información y miembros de esa maravilla que es la opinión pública nos podamos crear la realidad de los hechos y acontecimientos en todos los niveles de la sociedad.
Acabo con una reflexión de un escritor, periodista y corresponsal en varios países, John Carlin, para demostrar la importancia de la educación y la experiencia imborrable de cada individuo y que nos marcará para el resto de nuestra vida. Decía, yo he pasado mucho tiempo, trabajando y sufriendo gobiernos conservadores, dictaduras derechistas, y me considero muy de izquierdas. En cambio, un gran amigo mío, ha pasado gran parte de su vida siguiendo el régimen comunista de la Unión Soviética. Él no soporta la izquierda.