jueves, 25 de junio de 2009

Hablando de mentiras...la objetividad


No existe.

En mi primera semana de universidad resaltaron que conseguir la objetividad que todos los medios de comunicación -escritos y audiovisuales- promocionan y venden es imposible. A lo largo de la licenciatura he mantenido esta opinión y he discutido mucho sobre ello. Mientras los periodistas creemos que lo tenemos claro, la gente a quienes nos dirigimos parece no convencerse de la imposibilidad de llegar a la objetividad, concepto muy ligado a la verdad suprema de la cual hablé en mi primera actualización.

Argumentar y convencer a los receptores de la información sobre este concepto no ha sido fácil y, en muchas ocasiones, no he conseguido mi objetivo: hacerles cambiar de opinión y conseguir que se olviden de la objetividad. Voy a intentarlo con ustedes y lo haré exponiendo mis argumentos desde lo más general a lo más particular.

Con la definición de la Real Academia Española, podemos acotar el concepto de objetividad y de su adjetivo, objetivo: perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o sentir. Teniendo en cuenta que es imposible realizar una pieza periodística, desvinculados de toda una manera de pensar y sentir, es fácil deducir que es imposible conseguir tal cualidad.

Es imposible porque desde que nace una persona, el bebé está recibiendo constantes informaciones y estímulos que construyen su educación. A lo largo de la vida, una persona irá incorporando actores que presionan, de una manera u otra, con el objetivo de influir en el sujeto. Cuando hablo de actores podemos incluir a los padres, a los amigos, a los compañeros de la escuela, la educación propiamente dicha, los medios de comunicación, la propaganda empresarial, la religión, la política, etc. Todo influye y todo afecta, desde lo más grandilocuente hasta lo más concreto, a nuestro subconsciente, creando una subjetividad propia única e irrepetible y que luego aplicamos -los periodistas en este caso- en nuestros escritos.

Es por ello que debemos entender la objetividad, no como un fin, sino como un eje progresivo en el cual podamos clasificar los géneros periodísticos informativos del más objetivo al más opinativo. Por orden: notas de prensa o teletipos de agencia (no aparecen en los medios ya que es una tarea previa), noticia, crónica y reportaje. Atrás quedan todos los géneros de opinión, impropios de periodistas. Así, entendemos la noticia como el género más informativo, en donde no cabe ninguna interpretación del periodista. Curiosamente, este género esta desapareciendo o, como mínimo, se está transformando.

La pregunta más común suele estar vinculadas a los datos, indudables e incuestionables. Es cierto que ofrecer un dato es una muestra de objetividad clara. Si en un accidente han fallecido tres personas, no son ni dos ni cuatro y, por tanto, decir lo contrario no es ser subjetivo sino mentir. La quid de la cuestión es conocer dos tareas previas del periodista. A saber: la selección de la información y la jerarquización de la misma.

Limitados por el espacio y tiempo, los periodistas deben seleccionar una información y desestimar otra. Existe un concepto en economía -espero no estar equivocado, si es así, ustedes, especialistas en esta materia, corregidme-, conocido como coste de oportunidad: el hecho de hacer una inversión impide destinar este dinero en otro concepto. De la misma manera, el periodista debe escoger y ser hábil en seleccionar lo que crea que es más importante para el lector o espectador. Esta selección está reservada al periodista o equipo de especialistas, lo que la convierte en una decisión 100% subjetiva.

Una vez seleccionada la información que queremos exponer es fundamental jerarquizarla. La información ganará importancia contra antes aparezca en la pieza periodística a nivel global, pero también se pueden resaltar ciertos puntos de interés en unidades mínimas con la oración. Es la grandeza de la lengua y los conectores del lenguaje. Esta decisión es propia y exclusiva del periodista responsable del texto; por tanto, 100% subjetiva.

El texto del periodista deberá pasar por los filtros de control de los medios, cada uno con su línea ideológica y de interés (realidad poco objetiva). En conclusión, los resultados de una misma realidad pueden ser muy distintos y divergentes si comparamos diferentes medios de comunicación. Y seguramente, en todos ellos se dirá la verdad.

Lo esencial y importante será conocer cuál es dicha línea ideológica; saber qué intereses persigue cada medio de comunicación para que así todos los ciudadanos, lectores y espectadores, consumidores de información y miembros de esa maravilla que es la opinión pública nos podamos crear la realidad de los hechos y acontecimientos en todos los niveles de la sociedad.

Acabo con una reflexión de un escritor, periodista y corresponsal en varios países, John Carlin, para demostrar la importancia de la educación y la experiencia imborrable de cada individuo y que nos marcará para el resto de nuestra vida. Decía, yo he pasado mucho tiempo, trabajando y sufriendo gobiernos conservadores, dictaduras derechistas, y me considero muy de izquierdas. En cambio, un gran amigo mío, ha pasado gran parte de su vida siguiendo el régimen comunista de la Unión Soviética. Él no soporta la izquierda.


viernes, 19 de junio de 2009

Una investigación sobre la naturaleza y causa de las mentiras

Cuando le llamo "investigación" a este texto me refiero a un efímero proceso de indagación sobre la opinión de gente allegada a mí sobre el tema, su posición frente a las mentiras, técnicas y motivaciones principales para mentir. Todas y cada una de las personas cuestionadas tuvieron una opinión moderadamente negativa sobre el tema; a pesar de confesar mentir comúnmente. Un punto para el "Ensayo sobre la Incongruencia" de Jorge Triana, aunque las mentiras, a diferencia de otras incoherencias de la vida, sí forman parte de la naturaleza humana.

Algunas personas mienten espontáneamente, otras personas mienten como un mecanismo de defensa -psicológico; pero la mayoría de las veces físico- y algunas más como un proceso de negación ante algún acontecimiento pasado, presente y no neguemos la capacidad de la mente para mentir por adelantado. Lo único absolutamente cierto es que todos mentimos de manera cotidiana.

Las mentiras son, en una primera instancia, una distorsión de la realidad. Decir algo que en nuestra mente es; pero que en la realidad generalmente aceptada no es. Esto, por si solo puede parecer para la mayoría de la gente algo negativo, algo malo y algo que no se debe hacer. Pero no porque la idea que reina en el mundo es esa, dejaremos de aceptar la utilidad que las mentiras dan a nuestra vida. No solamente hablo de la utilidad como la manera en la que los economistas intentamos representar la felicidad de los consumidores, no, hablo de la conveniencia de utilizarlas para salir de situaciones que otrora, además de embarazosas podrían haber resultado fatales. "Es que había mucho tráfico", "Juro que era mi prima", "También es mi primera vez", "Es que mi mamá está enferma", y otras más que simplemente cumplirán su labor heroica de ahorrarnos peleas, incomodidades y ganar beneficios.

Por eso creo que las mentiras no son para nada un concepto absoluto. El juicio que necesariamente hacemos ante la presencia de una mentira debe ser ponderado de acuerdo a la razón, circunstancia, motivación y magnitud de la misma. Hay mentiras que logran felicidad, momentánea, quizá; pero toda felicidad es temporal. Hay calumnias que nos libran de personas y falsedades que nos eximen de momentos.

Soñar es la manera en la que nos mentimos a nosotros mismos. Coquetear es la manera en la que le mentimos al sexo opuesto. Prometer es la manera en la que le mentimos a los demás. Orar es la manera en la que le mentimos a Dios. Estamos llenos de mentiras y la mejor manera en la que podemos vivir es en aceptar este hecho. Cualquier relación de pareja medianamente duradera y feliz, por ejemplo, depende del hecho de que cada uno acepte, tácitamente por supuesto, que su contraparte miente, al menos, en la misma cantidad que él mismo.

Por eso que más da si hemos matado a nuestra abuela en más de una ocasión, si hemos creado un sentimiento de amor solamente para seguir saliendo con alguien, qué importa si en nuestra mente se nos han ponchado mil llantas e inexplicablemente había mucho tráfico a las cuatro de la mañana o tuvimos que sacar a algún amigo de prisión. Si vamos a mentir, hagámoslo bien, que valga la pena, ahoguemos el último sentimiento de arrepentimiento y veamos directamente a los ojos del desdichado que habrá de creer nuestra historia. No titubeemos, respiremos con normalidad para controlar la transpiración, disfrutemos la adrenalina y sonriamos descaradamente después de decir "te quiero". Controla tus manos, prepara una historia; pero aprende a improvisar para que no tengas que levantar los ojos como buscándola en tu mente. Habla a un ritmo normal porque si hablas rápido parece que quieres terminar pronto con el tema, si hablas lento se darán cuenta de que vas sobre la marcha, no, tranquilo, disfruta la transformación facial de tu interlocutor del inicio de la charla, hasta cuando te das cuenta de que te cree. Las mentiras sencillas sirven para salir de problemas complejos; pero es más divertido salir de problemas sencillos con mentiras elaboradas. Cree tus mentiras, créelas hasta el punto de defenderlas hasta la muerte, hay muchos ejemplos en la historia no solamente de tiranos, sino de héroes y profetas que siguieron esta máxima. Si eres hombre, la mejor manera de salir de problemas es negar siempre tus infidelidades hasta que la mujer dude, una vez dudando, tu puerta está abierta, si eres mujer, la mejor manera de engañar al hombre es fingir que realmente sabes lo que quieres.

Mintamos pues, y hagámoslo descaradamente que como dijo el abuelo de un gran amigo “no venimos a esta vida a vivir, venimos a soñar”.
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  • Antes de que el hipotético lector despotrique contra la nota, dados los clichés bajos los cuales ha crecido y cree -y bien por él que cree en su mentira- me dispongo a citar a Saramago cuando dice: "... no es mi culpa que la realidad sea la que es".
  • "No venimos a esta vida a vivir, venimos a soñar" es una frase que mi buen amigo Alejandro Hermosillo dice que su abuelo dijo.

sábado, 6 de junio de 2009

Lluvia, divagaciones y un poco de Shakespeare

Hace unos días venía manejando. Estaba lloviendo impresionante, y mi carro, no tan impresionante, se quedó parado. Las manera en que pasó, la terrible carambola que milagrosamente libré y cómo me salvé de toda esa situación no son el tema en cuestión, sino el justo momento en que todo esto sucedió.

Yo venía extrañamente feliz. Por alguna razón, la exasperante lentitud con la que los regios manejan cuando llueve, el sonido de los truenos y los rayos iluminando el cielo me hicieron momentáneamente feliz. Debemos recordar que el término feliz puede ser, para muchos, relativo, pero yo sí creo en los momentos genuinamente felices. Evidentemente, mi momento de genuina felicidad se vio interrumpido por lo sucedido con mi coche. Pero justo en ese instante, en el que estaba entre feliz y triste, sentí algo de lo que muchas veces he escuchado y no creía por no haberlo experimentado.

Milan Kundera dice al final de La insoportable levedad del ser que se trata de un momento donde “la tristeza es la forma y la felicidad el contenido”, y algo parecido se menciona en el documental de Alexander Payne al final de Paris, je t’aime. Claro que aquellos momentos de luminosidad cuasi-celestial que prácticamente denotan un “parte-aguas” en la vida de estos personajes, ya sea de la literatura o del cine, no tienen nada que ver con mi triste accidente donde los factores involucrados son un carro al cual nunca se le ha dado mantenimiento y el clima loco de la ciudad de Monterrey; pero juro que, por un momento, sentí esa extraña mezcla de tristeza y felicidad.

Esto, ya después de llegar a mi casa, mojada, cansada y con un poco de estrés post-traumático (sí, soy bien exagerada), me hizo reflexionar acerca de un tema que toca precisamente Kundera en ese libro: la ambivalencia del ser humano. Y así llegó la hora de re-direccionar lo que tenía escrito hasta el momento, y pido disculpas si sólo resultó en un montón de divagaciones sin dirección… y aquí van.

Tristeza y felicidad, amor y desamor, maldad y bondad, traición y fidelidad, vida y muerte, fuerza y debilidad, peso y levedad. Al parecer la vida humana oscila entre un extremo y otro, pues por más matices de gris que haya en medio y por más que haya quien argumente que las cosas no son o negras o blancas, es un hecho que las únicas grandes verdades (vs. Mentiras) absolutas en la vida, son aquellos extremos en función de los cuales la humanidad sucede.

Parece que aquella famosa frase del soliloquio Hamlet que se remonta a las primeras reflexiones filosóficas de Parménides no es para nada algo abstracto. La gran disyuntiva entre el ser y no ser, entre lo que”es y no es” y lo que “es o no es”, es algo sumamente tangible dentro de la narrativa posmoderna (sí, la usé y aplica un chorro). Por ejemplo, hay quien piensa que la vida es o no es vida a los tres meses de la gestación; pero hay quien asegura que esa vida es vida aunque aún no sea vida: es y no es. De seguro, para Bush la guerra es y no es guerra, pero para toda la gente que ha sufrido por ella, o es, o no es. Un homosexual es y no es, o es, o no es. Dos novios se enojan: para el hombre, la infidelidad que ella cometió es o no es, pero para ella, es y no es. Por más raro que suene, todos vivimos esta ambivalencia día con día.

Y aterrizando aún más la gran dualidad del ser humano, se puede hablar, como lo hace Kundera, del cuerpo y el alma. Lo cuerpo más cuerpo que es en lo escatológico, y lo alma más alma que podemos ser cuando extrañamos, y lo más humanos que somos cuando el alma toca al cuerpo, y lloramos. Eso le sucedió a Teresa y a la señora solitaria (con el peor acento francés que jamás he escuchado) de la ya mencionada película francesa. Esa fabulosa y mística unión del cuerpo y el alma, que se da sólo a momentos, es lo que hace que un instante determinado llegue a tener un carácter divino (¿Humano vs. Divino?).

Pero ya hablar del alma o de divinidad es algo muy fuerte. Considero que es muy difícil definir ciertos conceptos, o tomar una postura ante ellos. Yo siempre he sido medio tibia al respecto. Por eso admiro a los creyentes, a los apasionados, a los seguidores de alguna ideología política, que defienden una postura firmemente y en verdad creen en ella. Yo soy más bien nihilista; más bien agnóstica. Supongo que voy más de la mano con la ideología de este gran filósofo y escritor que asegura que “[…] el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro” (Kundera 14).

Entonces, ¿para qué tanta angustia existencial? A fin de cuentas, la felicidad y la tristeza a momentos son la misma cosa. Y en ese caso, ¿por qué y para qué perseguir el joie de vivre? ¿Qué tanta trascendencia puede tener que mi coche se quede parado? Si acaso afecta mi vida, es por demás un acto humano aislado, del cual no sirve de nada que le aprenda algo, si la vida en conjunto es una serie de aprendizajes para nada. ¿Qué se debe hacer, entonces? ¿Luchar contra ese sentimiento? ¿Fingir que me importa y que de algo sirve, y salir a la calle con pancartas a defender a un líder político o apoyar tal o cual ley? ¿Cuál es la alternativa? ¿Ceder? ¿Creer? ¿Dormir?... Quizás, soñar.


Kundera, Milan “La insoportable levedad del ser”. México: Maxi enTusquets, 2008.

miércoles, 3 de junio de 2009

Ryszard Kapuscinski: el espíritu del reportaje


Como comentario de bienvenida, diré que es un placer poder compartir estas páginas bloggeras con ustedes. Para los que no me conozcan, soy un estudiante de periodismo de la lejana ciudad de Barcelona (Cataluña) y que estuve de intercambio en Monterrey (México), tierra que siempre quedará en mi corazón.

Mis aportaciones estarán, seguramente, muy relacionadas al mundo de la sociología, en general, y del periodismo en particular en muchos casos. Temas como la política, la religión o la interculturalidad son una pasión para mí.

Como primera actualización quiero hacer un homenaje al reportaje, género de géneros, y a su mayor representante, Ryszard Kapuscinski.

El periodismo se encuentra en cierta crisis de credibilidad por muchos motivos. En primer lugar, las limitaciones que encuentra el periodista a la hora de producir información (espacio, tiempo, recursos económicos, influencias de poder...) y en segundo lugar la relación con la cúpula política. La desconfianza en los actores políticos se transmite a través de unos medios politizados que en lugar de informar se han convertido en medios de propaganda política: fíjense en los medios y verán como sólo encontramos citas y citas de políticos o personajes de poder. Pero, sin duda, el motivo más relevante es la pérdida del reporterismo de la segunda mitad del siglo XX.

La figura del reportero se está perdiendo. El Kapuscinski del siglo XXI trabaja desde la oficina y rodeado de pantallas, informando sobre un conflicto que nunca ha vivido o hablando de un territorio que nunca ha pisado.

El reportaje es el género de géneros. El reportaje equilibra la información con la opinión argumentada (interpretación) lo que nos permite conocer un acontecimiento en profundidad. El reportaje da la opción al periodista de contar historias particulares para entender acontecimientos más globales. En el reporterismo de Kapuscinski, la mejor manera de contar una historia es vivir esa realidad, por dura que sea. Os recomiendo su obra "Un día más con vida": un reportaje sobre el conflicto de Angola que nació con la Revolución de los Claveles y la posterior independencia de Portugal el 11 de noviembre de 1975. El reportaje -escrito y vivido en el país africano- es el espíritu que escasamente encontramos en la actualidad.

Y no puedo acabar sin hacer una referencia a su ensayo "Los cínicos no sirven para este oficio". Un breve escrito en donde la conclusión es: para ser buen periodista se debe ser buena persona.