sábado, 12 de septiembre de 2009

Notas sobre democracia

Mi formación como economista -aún en proceso- tuvo la fortuna de tener, también, una fuerte dosis de política. En la carrera cursé materias como Teoría Política, Políticas Públicas, Teoría del Estado, Estructura y Organización del Sector Público y Política Economica.

Después, hacia el final de la carrera, tuve la oportunidad de participar en la política estudiantil de la universidad de la que guardo buenas y malas experiencias, experiencias positivas y negativas.

Justo en la clase de Políticas Públicas, con menos de veinte estudiantes, en un edificio que pertenecía a la alta sociedad de mi centro universitario, también conocida como "Gestión Empresarial" y que al menos gracias a dios tenía tres pisos y, siendo nuestra clase en el último (o el primero si se mira desde la perspectiva divina) no teníamos que escuchar la bola de incoherencias de la gente que se la pasaba socializando, fuimos requeridos para hacer una política que mejorara uno de los (tantos!) problemas del país.

Nuestra propuesta era por demás sencilla, pero inciamos, cautelosos, con una afirmación que nos excluía de cualquier futura responsabilidad. "Antes queremos decir que entendemos que nuestra propuesta no es viable, no por por cuestiones técnicas, sino por la confrontación social que desataría, lo que entendemos, en lugar de mejorar un problema, no haría más que empeorarlo." Aún así, argumentábamos que si se dejaran de lado consideraciones ideológicas muy utópicas, al final el país saldría beneficiado.

El voto de los ciudadanos debería tener una poderación, dijimos, de acuerdo a su nivel de escolaridad. Y entonces, sonidos de protesta y la cara aterrorizada del profesor inundaron nuestras sonrisas. La democracia, desde su nacimiento, nunca fue para todos. Se excluía a mujeres, extranjeros, enfermos, pobres, menores de edad etc. Entonces, combinando un concepto desde su estado más puro, hasta el actual más contaminado, creíamos haber llegado a la combinación perfecta para que de alguna manera, la gente más "capaz" de analizar las propuestas fuera un contra peso para aquellas que se dejaban llegar por propuestas utópicas.
La afirmación de que una persona con mayor grado escolar tenía, necesariamente, más capacidad de crítica política que alguien con menor grado, es, por supuesto, una idea muy sesgada y aún así, la creímos una mejor aproximación a la realidad.

Hoy en día, después de múltiples debates en clase, con mis amigos y una francesa que lloró y nos tachó de cerdos capitalistas (otra frase cliché), me doy en cuenta de que el problema no es de como se lleve a cabo la democracia, ni cómo se decida el ganador de la presidencia, gobernaturas o escaños, el problema viene muy de fondo. La democracia, creo, como muchos otros conceptos está muy sobrevaluada hoy en día.

Para comenzar, la representatividad (presente en prácticamente todos los sistemas democráticos) es la idea más ridícula de todo el sistema de gobierno actual. Ahora resulta que nuestros presidentes, gobernadores, diputados, senadores etc. son, lo que llamamos en economía, el planeador central que conoce la función de utilidad de todos nosotros. Una persona que habrá que tomar decisiones por miles, y miles de personas que ponen sus esperanzas en una persona. Al mismo tiempo, ellos habrán también de encontrar equilibrios generales tomando en cuenta también las funciones de producción de miles de empresarios./1

Por si fuera poco, todos estos cargos de elección popular, bien lo dice su nombre, son elegidos por la vox populi de la mayoría. Este término, por sencillo que parezca, presenta toda una serie de desagregaciones que al final, nos hacen perder observaciones y lo que en algunas ciencias esto sería peligroso por la pérdida de representatividad y por ende del significado de los resultados, en política simplemente significa menos votantes a los cuales convencer. Para comenzar, la población votante es aquella mayor de edad. Luego, están aquellos empadronados y en posesión de su credencial de elector vigente (si es 03, renueva). Luego están los que, efectivamente, utilizan dicha credencial para votar y no solamente para mostrarla con orgullo al cadenero del clásico o del chess. Después, aquellos que no fueron despistados y siguieron al pie de la letra el confuso procedimiento de poner una cruz en el partido elegido, y así su voto no fue anulado. Esta mayoría, es la que elije a nuestros gobernantes. No la mayoría de la población.

La cuestión es que la democracia (que aparentemente existe en México, sólo hasta que el PAN ganó, dicen...) se terminó convirtiendo en un tema de negociación constante. Primero, porque se tienen que hacer toda una serie de acuerdos para lograr ser candidato de un partido para algún puesto de elección popular. Una vez que se ha ganado la elección -y librado todas las impugnaciones ante el TRIFE- siguen las consecuentes negociaciones de todas aquellas personas que te apoyaron y que ahora buscan su pago de la manera "no me des, nomás ponme donde hay" y finalmente, si acaso ostentas un puesto en uno de los mercados más grandes del mundo, tianguis por excelencia, hacedor de regateadores -cuando la negociación ya la perdieron-, y donde se comercia el destino de más de cien millones de mexicanos, llamense parlamento, cámaras o poder legislativo, lo cierto es que como senador o diputado estás llamado, si las circunstancias permiten que el partido del presidente no tenga mayoría -dios no lo quiera- a dejar pasar aquellas iniciativas que le permitan a tu partido obtener otras.

Para que la democracia funcione efectivamente se necesitan varias cosas. Primero, que los partidos políticos representen efectivamente una ideología, para que entonces se justifique la existencia de tantos partidos en un país tan heterogéneo como el nuestro. Segundo el organismo ciudadano encargado de regular a los partidos y de organizar las elecciones debe brindar certidumbre y confianza, capacidad que el IFE perdió desde el 2006. Tercero, el fin fundamental de la democracia es que el poder resida en el pueblo, y que el voto castigue a los malos gobernantes y premie a los buenos. Cuarto, el gobierno en turno debe garantizar la transparencia en sus decisiones, sus procedimientos, su presupuesto y en general en su actuar. Quinto, debe existir un sistema de evaluación efectivo y periódico de todos los niveles de gobierno, en este sentido el referendum es conveniente si se logran reducir los costos que implica. El crítico lector que más o menos deje sus interéses partidistas de lado, se dará cuenta de que estos puntos nunca han existido de manera eficiente en el país, mucho debido a la mentalidad, a la corrupción y a la poca educación política de la mayoría de la población.

¿No será que en países como el nuestro los sistemas que eliminan las negociaciones (es decir, sistemas más centralizados, más autoritarios) en la medida de lo posible funcionan mejor? Lo dejo a su criterio. Yo personalmente creo que si.

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/1 Esta idea, aunque no fue tomada de Jorge Adame Goddard, si se vio reforzada por su artículo "¿a quienes representan los diputados?" disponible en su blog www.jorgeadame.com. Es altamente recomendable.