domingo, 24 de abril de 2011

I don't feel great, ask me why


Dice una frase muy sabia: "no pidas, porque se te puede conceder".
Hace algún tiempo, muchos de ustedes fueron testigos de lo que, aventuradamente, denominé la "Depresión Post-Maestría" que fundamentalmente consistía en una serie de síntomas producto de la no apreciación del intelecto, poco o mucho, que se desarrollaba al estudiar una.

Hoy me doy cuenta de que no es una cuestión de apreciación del intelecto, sino más bien un desdén a tus intenciones. Permítanme explicarlo.

Hace menos de dos meses, después de ese cortamiento virtual de venas a través de las redes sociales, una empresa confío en mi y me dio trabajo. Deslumbrado, al principio por el sueldo y las prestaciones, acepté sin pensarlo y, antes de que me diera cuenta, estaba eligiendo mi cubículo, mi computadora, me estaban dando mi extensión, mis claves para hablar, claves de red, acceso a los software, al estacionamiento. Pasaron mi huella digital por un lector electrónico con el que, cuál prisión de puertas abiertas, revisan detalladamente mi horario y me dijeron mis horas de entrada, salida, comida, etc. Me agradó que mis pagos fueran a ser semanales y que la vestimenta estaba a mi criterio, al igual que mi aspecto físico (esto fue casi lo que me convenció más que todo lo demás). Parecía ser el primer trabajo que podía obtener.

Siempre, al menos desde la mitad de la licenciatura me había jactado conmigo mismo, y seguramente con otras personas que para eso soy economista, de entender más o menos bien algunos sistemas económicos entre los cuáles se encuentra el capitalismo. Entiendo la propiedad privada y la reproducción del capital como algunos de sus pilares y el sistema empresarial como el medio para lograr todo esto. Sé que existen los dueños del capital y todos los demás. Sé que el capitalismo se apoya fuertemente de las prácticas "neoliberales" de reducción del sector púbico, apertura extrema al exterior y libertad total para que los "mercados" hagan lo que quieran, para poder funcionar. Sé que el supuesto utilitarista "si cada quién busca maximizar su utilidad, se termina maximizando la utilidad de la sociedad", por más tonto que suene sólo al leerlo es la justificación filosófica de todo esto. Pero nunca, nunca había comprendido lo mediocre, vacío y tonto que es este sistema hasta que fui parte de su engranaje empresarial formalmente. Me di cuenta que, efectivamente, los pilares del sistema son su perdición.

En realidad, el sistema capitalista se basa únicamente en cuatro cosas: 1) los empresarios que por naturaleza son malos, avaros, egoístas y cuyo objetivo no es ser más ricos, sino hacer que todos los demás tengan aspiraciones pequeño burguesas sin las cuales no podrían ser explotados para el beneficio de éste, 2) las personas con aspiraciones pequeño burguesas que sueñan, algún día, ir escalando en el escalafón empresarial que en realidad es como un embudo que filtra la felicidad y la cambia por esclavitud. Mientras más puedas renunciar a disfrutar de tu vida, más lejos puedes llegar, 3) un gobierno que no hace nada para detenerlo ya que se conforma de las mismas personas con las mismas aspiraciones, sólo que mucho menos productivas, 4) una sociedad que lo permite por conformarse de las mismas personas con las mismas aspiraciones pequeño burguesas.

Podemos ver entonces que sin las aspiraciones pequeño burguesas de las personas, el sistema capitalista se derrumbaría. Desgraciadamente el sistema es tan perversamente eficiente que su manera de reproducir el capital es reproduciendo día a día, producto tras producto, comercial tras comercial, esas aspiraciones.

¿Quién, en serio, puede ir a trabajar cada día sabiendo que cualquier cosa que haga, cualquier logro, cualquier meta, es para aumentar las ganancias de los tenedores del capital? ¿Quién puede vivir sabiendo que a lo máximo que aspira es a tener el reconocimiento de aquellos que le explotan y, en el mejor (sino peor) de los casos, convertirse en un explotador de aquellos a los que perteneció?

Todos los que trabajamos en una empresa somos detestables en ese sentido. 

Los pocos refugios que nos quedan, a personas como yo, son las ONG con fines más o menos pulcros, las universidades y centros de investigación en los que al menos se respete la libertad de investigar lo que se te de la gana y en donde puedas regenerar lo único que verdaderamente vale la pena en este mundo: el conocimiento.


(y como ya los veo ofendidos por ser descubiertos, sí, soy parte del sistema, jamás dije que no lo fuera)

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