domingo, 12 de diciembre de 2010

El cuadro de mi cuarto

El cuadro de mi cuarto

Uno de los objetos mas llamativos de mi cuarto es el cuadro que está colgado en la pared del fondo. Su marco es un rectángulo de madera oscura del tamaño de una almohada común, y una sola argolla de metal en su parte superior se encarga de soportar por medio de un clavo atravesado todo el peso que tiene la pintura.

La obra está constituida por un contraste de trazos claros y oscuros de tonalidades negras, blancas, marrones y grises. Carece de nombre y la forma de la parte inferior dice solamente Muñóz con letras manuscritas. En la parte superior derecha del cuadro se aprecian numerosos rayones y raspones involuntarios, que tal vez sean producto del constante transporte al que se ha visto expuesto a lo largo del tiempo. Un poco más a la izquierda, comienza la línea irregular que dibuja lo que pretende ser un manto o una túnica borrosa que se mezcla con el cabello del misterioso personaje que está plasmado en la pintura, y si desviamos la mirada hacia las curvas de esa espesa cabellera notaremos los pincelazos golpeados, casi descuidados, que conforman su barba y su bigote. En el centro de este pintoresco bosque de bellos faciales, unos labios delgados y entreabiertos nos otorgan la sensación de un suspiro, un aliento contenido o una inhalación forzada en la expresión de una boca que extiende su sombra para oscurecer todo el hemisferio izquierdo del rostro. Un poco más arriba, se encuentra una nariz blanca y caucásica, de proporciones normales, que como una colina, emite un descenso hacia la mejilla derecha y da paso a una ojera y por supuesto, a uno de los detalles más importantes del lienzo: un ojo fijo, lúcido y expectante, tal vez incluso sorprendido o perplejo, ante la visión desconocida que tiene delante de sí. El resto del retrato presenta una oscuridad muy profunda y sólo se pueden apreciar minucias del resto de la cara y de la túnica del individuo, pero la impresión que nos transmite la totalidad del cuadro se puede explicar como una empatía y una compasión desinteresada que sentimos por un rostro cálido, bondadoso y probablemente ficticio, pero no por ello menos humano e inspirador.


Algunos dicen que esa persona que me mira todas las mañanas desde el fondo de mi cuarto es Jesucristo, pero a mí no me importa quién es. Mi único interés radica en el calor artístico del cuadro y la sensación de serenidad e inteligencia que es capaz de transmitirme cada vez que lo miro.


Guillermo Rafael Villaseñor López. Turno Matutino.


Comentarios

La capacidad de observación es una cualidad que se desarrolla con paciencia, minuciosidad y tiempo, y todo ello fué requerido para este texto. El cuadro de mi cuarto me inspira profundamente, al grado de llegar a atribuirle un valor sentimental, más allá del material del que está hecho; por eso no me limité a describir detalladamente sus aspectos físicos, sino que también procuré transmitir un poco de la impresión causada en el receptor de la imagen que plasma un supuesto retrato de Jesucristo. Para lograr esto, fué preciso ponerme en el lugar de una persona que tuviera que imaginar el cuadro a base de descripciones, y realizar esta actividad fué muy importante para desarrollar esa chispa necesaria para transmitir un fragmento de mi realidad a través de las letras.

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