domingo, 12 de diciembre de 2010

Ensayo

Soy muy joven para morir... de aburrimiento

Guillermo Rafael Villaseñor López

Parece inevitable encontrarse cara a cara con el aburrimiento en algún momento de nuestras vidas. Es una sensación que no discrimina, todos lo hemos sentido alguna vez: una especie de monstruo amenazador que llega poco a poco, arrastrando a sus víctimas hacia la tibieza mental y de carácter; un cáncer social, formador de mediocres y ociosos. El aburrimiento tiene varias vías de acceso para invadirnos: la rutina, la falta de objetivos y metas, el desempleo, la deserción escolar, etc. El exceso de tiempo libre es el que abre paso al tedio, y es por esto que los jóvenes de la actualidad son más propensos al aburrimiento que las personas mayores.

Según las secretarías de Gobernación y de Educación Pública, la población de jóvenes que ni estudian ni trabajan, los famosos “ninis”, asciende a 285 mil, es decir, aproximadamente 1.4% de la población, por lo que más de un cuarto de millón de personas de entre 15 y 24 años tienen mucho tiempo libre para pensar qué hacer con él, pero su misma falta de madurez les impide trazar un camino para recorrer el mundo, y suelen desperdiciar día tras día en actividades mayoritariamente inútiles como exceso de videojuegos, adicción al Internet y a la televisión, narcisismo, etc., lo que puede conducir a un estado de enajenación y atrofio mental que puede culminar en depresión.

No sólo eso: los jóvenes aburridos caen muy a menudo en actividades riesgosas para su salud y las de sus seres queridos, en esa desesperada lucha por librarse del aburrimiento: el abuso de drogas, pandillerismo y alcohol son vicios comunes entre los jóvenes aburridos, y las estadísticas demuestran que de los más de diez mil accidentes de tráfico anuales ocurridos en nuestro país, la gran mayoría son protagonizados por jóvenes ebrios o drogados.

Por otro lado, la comunidad adulta en México tiene muchas ocupaciones, y según el INEGI, el nivel de desempleo es del 4.80%, incluyendo a los ya mencionados ninis, por lo que casi todos los adultos en México tienen trabajo o están buscando uno, y tienen mejores oportunidades de entretenerse, ganar dinero para darse gustos y lujos como viajes y conocer gente de carne y hueso para socializar, al contrario de los jóvenes que se idiotizan cada vez más con las vidas virtuales y las redes sociales que les proporciona el Internet y la falta de responsabilidades. Además, los adultos poseen una mayor fuerza de carácter que los ayuda a centrarse y a ponerle buena cara a sus jornadas, por muy rutinarias que sean; por el contrario, los jóvenes buscan la novedad, la moda, la nueva tendencia, y se aburren muy rápido de sus posesiones, de sus juegos, de sus actividades, de sus programas favoritos, de su calle, su casa, su familia, y hasta de ellos mismos.

Formas de combatir este problema son: la comunicación familiar, la asesoría vocacional en las escuelas, la difusión de la cultura y el deporte entre los jóvenes y un poquito menos de televisión, videojuegos e Internet.

En definitiva, los jóvenes mexicanos, ya sean ninis, estudiantes, trabajadores o desempleados, son más propensos que los adultos a caer en las garras del aburrimiento, pero éste es como un predicador religioso: sólo entra donde lo dejan entrar, por lo que el tiempo libre, el maldito tiempo libre, debe convertirse en una vida rica y llena de variedad, experiencias y razones para reír día a día.

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